Nagoya... todo el esplendor en tiempos pasados.

Venga, hoy vamos a empezar al revés.

Estoy ahora mismo sentado en uno de los trenes locales que va desde Nagoya a Osaka, tardaré aproximadamente tres horas y algo en llegar. Ayer pude reservar hotel vía email, tiene acceso a internet desde las habitaciones y no tiene toque de queda; tiene buena pinta y me sale bastante económico así que, si no encuentro algo mejor en Kyoto no lo descarto para convertirlo en mi “cuartel general” durante mi visita a la Región de Kinki (vaya nombrecito jajajaja).

Pues bien, paso a relatar mi día de ayer y, como he dicho, vamos de la noche a la mañana… por cambiar un poco.

Cansado después de todo el día fuera volví a casa sabiendo que me esperaba un bol de fideos precocinados… me pasé por el 7eleven que hay cerca del hotel y compré algunos suministros más… cuando me quise dar cuenta llevaba una bandejita de “cosas” variadas como bolas de arroz, un trozo de tortilla, un trozo de carne empanado… compré una lata de medio litro de Cocacola que me salía baratísima (para como están los precios) y… vistos el plan no lo pude resistir, una lata de cerveza ‘Yebisu’… hoy sí, mi lista de la compra parecía estar confeccionada por la mismísima Teniente Katsuragi, cuando me vi en el hotel no pude resistir la tentación y me saqué la foto friki del día.

Después de la copiosa cena (no pude acabarme la bandejita), tomé un merecido descanso en mi baño “privado” y después vi la tele. Que mal rato se llevaron los japoneses con la derrota de su selección, que fallo el mío no haberme podido sumar a su llanto… y qué lástima que no haya un Japón vs España en cuartos de final, lo habría vivido en Osaka y eso si habría sido ÉPICO. Más tarde descubrí un programa de estos que te hacen pensar que la televisión de España es una soberana mierda –tampoco hace falta compararlo con otras para saberlo… pero bueno-, el programa era algo tan simple como que un grupo de –creo que- famosos tenía que salir a la calle y buscar objetos KAWAII preguntándole a la gente.

Un objeto kawaii puede ser desde unas gafas rosas a un osito de peluche, vamos… cosas monas. (Pol, ya tenemos concurso en el PON para cuando vuelva a mi actividad jajajaja). Aunque no me enteraba de la mitad, me reí bastante ya que si algo no les falta a los japoneses es expresividad y, aunque nuestro querido profesor de RET diga lo contrario, algunas veces una imagen vale más que mil palabras. Fue un puntazo también que a uno le tocara buscar en Akihabara, pensé “como vaya al ‘MAIDreamin’ lo tendrá fácil…”. Pues mira, antes lo pienso antes lo hace, una de las Maids que estaba fuera repartiendo la publi lo invitó a pasar y allí dentro le empezaron a sacar objetos kawaii sin parar jajajaja lo tuvo fácil en Akiba.

Antes de todo eso durante la tarde, me pegué una buena caminata, después de echar la mañana en el Castillo de Nagoya me encaminé hacia el segundo Santuario Shinto más grande de Japón (después del de ISE), el de Atsuta. Este lugar es el hogar de la “Kusanagi no tsurugi”, una espada que es uno de los Tres Sagrados Tesoros Imperiales. Más de seis millones de personas lo visitan anualmente y en sus jardines puedes encontrar más santuarios pequeños, además de otros tesoros de la cultura antigua nipona.

Digamos que este lugar vendría a ser como la Catedral de Burgos en España, pero ya os he hablado de la diferencia, al menos en cuanto a lo ostentoso entre ambas religiones; la belleza de este lugar (el santuario de Atatsuta), al menos en el exterior ya que el interior no tuve oportunidad de visitarlo, reside principalmente en el inmenso parque que lo envuelve, sus árboles centenarios y la armonía y la tranquilidad que se respira cuando te paras en uno de sus bancos a escuchar el graznido de los cuervos, los lejanos pasos de las personas por los caminos de gravilla y, de vez en cuando, el tintineo sordo de esos grandes cascabeles con los que se llaman a los Kami.

Después de mi visita a Atsuta me di una vuelta por la zona sur de Nagoya, que fue tan grande como el sofocante sol me permitió. Pues hoy el día se había levantado sin una nube en el cielo, ahora que digo esto; Japón no deja de darme visiones… más que sorprendentes, peculiares. En los días como este es muy normal ver a las chicas, tanto jóvenes como más maduras, con sus sombrillas de paseo y sus mangas y guantes de encaje. En Japón parecen tener una conciencia bastante arraigada de que el sol ‘hace daño’, de hecho, cuando a la Obachan de mi hostal en Nikko le dije que no usaba crema protectora –cuando llegué algo colorado del Pantano de Senjogahara- se echó las manos a la cabeza.

Pero bueno, sigo sin crema jajaja así que cuando el calor comenzó a hacerse demasiado fuerte me busqué una buena sombra y me senté a ver como unos chavales jugaban al beisbol en un parque. Si hubiese sido futbol me habría apuntado, pero para que se rían del Gaijin… paso jajaajaja

Y ya para concluir, la mañana fue bastante provechosa; tomé el metro –por cierto carísimo comparado con el de tokyo- y fui de visita al Castillo.

Este fue ordenado construirse por Ieyasu Tokugawa para la familia Owari Tokugawa y simboliza el orgullo y el poder de Nagoya. En su interior, totalmente remodelado, se puede encontrar un museo de artículos de la época; así como reconstrucciones temáticas de escenarios de entonces, como salas en las que recibían a los diplomáticos o incluso la recreación de un día en las calles de la Nagoya de la era Tokugawa. Entre los artículos que más me llamaron la atención se encuentran los dos grandes delfines dorados que coronan el tejado (símbolos por excelencia del castillo), así como las armas… larguísimos arcabuces que seguro que precisaban de dos o más personas para ser disparados y, por supuesto, las hojas de Katana, Wakizashi y Tanto; cuyos filos aun conservan el brillo y aparentan cortar solo con mirarlas.

Algunas zonas del castillo están en reconstrucción ya que, según pude leer en los innumerables carteles explicativos, muchas alas de este quedaron totalmente destruidas a causa de un incendio durante la segunda guerra mundial. Los jardines del castillo también merecen una mención especial, aunque cuando más deben impresionar es en primavera, por la cantidad de cerezos que se encuentran en él. Pero una vez más, el recogimiento y la serenidad es lo que más me tira. Situado en un rinconcito de toda la extensión del recinto, encontré un frondoso jardín que estallaba en verdor, un pequeño sendero entre rocas te sumergía en un bosque en miniatura donde el sol se filtraba tímidamente entre las hojas estrelladas de los Arces confiriéndoles esa gran gama de verdes que exponen para el deleite de la vista que sin duda, para mí, va a ser uno de los recuerdos más bellos que me lleve de Japón.

Y poco más hay que añadir de el día en Nagoya, más que desayuné un rico dorayaki (de los de verdad, con pasta de Azuki en su interior) y un zumo de naranja. Ah sí, ya que hablamos de comida… me bebí un extraño zumo de “Minute Maid” cuyos ingredientes eran la Uva y el Aloe, y tenía cachitos de aloe –o de uva, eran transparentes- en su interior… el sabor era algo raro, pero estaba bueno y fue muy refrescante. Por otro lado, comer dentro del recinto del castillo no resultó nada caro y por 8 euros y medio me comí un menú que me llenó de sobra, compuesto por Soba –sopa de fideos, esta con escamas de bonito seco-, unos pinchitos de cerdo rebozados, unas bolas de arroz envueltos en una especie de hojaldre blando (tipo napolitana), un cuenquecito con setas y un mini-dorayaki de postre con la forma de los delfines del castillo. ITTADAKIMAAAA~SU!!!

Ahora sí, estoy llegando a Osaka y mi viaje se acerca a su ecuador… si ya de por si el tiempo ha corrido rápido, más lo va a hacer a partir de ahora.

Ja ne!! Mamonaku Osaka desu!!