martes, 6 de julio de 2010

Mutenroshi en la estación.

OJO, ES LA SEGUNDA ENTRADA QUE SUBO EN EL MISMO DÍA, ASEGURATE DE HABER LEIDO LAS ANTERIORES!!


Allá que vamos, que no decaiga.

Como muchos sabéis el día 5 de Julio es mi cumpleaños aunque, por costumbre –mala costumbre- suelo decir que es el 6. Esto viene dado a causa de que cuando se me inscribió en el registro, el administrativo de turno debió confundir el trazo del 5 con el del 6… o le dio a la tecla equivocada; así que como en todos mis papeles pone que es el seis… pues no me queda otra que acostumbrarme a poner el seis en todos sitios. Pero bueno, eso os beneficia ya que tenéis un amplio margen de error para felicitarme jajajaja

Dicho esto, el plan para este día era visitar Takao y hacer una ruta a través de un valle hasta dar la vuelta a la montaña siguiendo el cauce de un río hasta volver a Kyoto por la zona de Arashiyama, unos 4km al sur de donde me encuentro alojado. Pero la previsión meteorológica anunciaba un 80% de probabilidades de lluvia, así que decidí anularlo porque ya se acumulaban demasiados factores de riesgo:

- Zona desconocida.

- Sin compañía.

- Lluvia asegurada.

Así que nada, cambio de planes, visitaría la ciudad. Me vestí y fui a comprar algunas cosas al super para tener en la habitación, otra compra de esas estilo Misato (dulces, comida precocinada y algo de fruta -3 platanos a 2 euros… me cawen…-).

Después del desayuno, cogí el bus hasta la estación central y compre varios BusDayPass, que por 500yens puedes subirte a todos los buses del centro que quieras durante un día. No es tan preciso y rápido como el metro, pero la verdad es que tienen una buena red de autobuses que cubren toda la ciudad en poco tiempo.

Cerca de la estación visité el templo budista de Higashi-Honganji, una mole impresionante de madera a la que pude entrar sin pagar (cosa poco habitual en los templos budistas japoneses, por lo que tengo comprobado). Pregunté si podía echar fotos, fallo mío ya que me dijeron que no… cuando no había ningún cartel que lo prohibiera… la próxima vez me haré el gaijin y me pondré a sacar fotos como un descosío hasta que me echen jajaja Aun así, robé un par de ellas desde la puerta, donde no me veía el guarda.

Como ya he dicho en anteriores entradas, los templos budistas impresionan por su majestuosidad y calidad artística; sus retablos dorados y las figuras que lo componen son, sin duda, dignas de admiración.

Salí de allí y, dos calles más al este se encontraba el Jardín de Kikokutei que, al parecer, es propiedad del templo budista. A este lugar vine bajo la recomendación del señor Fujita, aquel amable viejete que me encontré en el santuario de Osaka.

Sin duda una gran recomendación, resultó ser un jardín precioso, como sacado de los escenarios de “Memorias de una Geisha” –de hecho no me extrañaría que lo usaran como escenario en la película. Las maravillosas construcciones japonesas de hace ya más de trescientos años salpicaban este hermoso vergel en medio de la ciudad, como ocurre en estos lugares, no llega el ruido de los coches y solo el canto de los pájaros y el rumor del agua rompen el silencio. En su día el jardín ocupaba una gran extensión a lo largo de la orilla del Rio Kamo, que cruza Kioto de Norte a Sur; pero hoy en día su longitud es de apenas 200 metros, una lástima.

Mi siguiente parada del día iba a ser el Santuario de Inari, recomendado por Nestor (Nesan). Este es el famoso lugar donde miles y miles de puertas Torii forman pasillos/tuneles que recorren el monte de altar en altar. Para ello tendría que pillar un bus desde la estación, no estaba lejos, así que me dirigí allí andando.

Cuando llegué pude ver como se marchaba el autobús… mala suerte, me dirigí al andén y vi los horarios… para el siguiente debería esperar 45 minutos… que mala pata…

Pero, una vez más, un viejecito (por su aspecto yo diría que de unos 80 años) me saludó y preguntó si pensaba ir a Inari. Asentí y rápidamente me localizó el horario del bus, viendo que lo había perdido… “¡Qué lástima!” dijo en ese peculiar inglés que hablan aquí. Le dije que no pasaba nada, que esperaría al próximo bus, aunque viera el santuario cerrado me daría un paseo.

- Nono… espera –dijo sacando un papelito y mirando los horarios. Resultó que si cogía otro autobús (que no venía en mi guía) y me paraba en la parada que me apuntó, ¡estaría a 500 metros del santuario de Inari! Y el autobús estaba a punto de pasar.

¡Gracias abuelo!

El autobús llegó y, antes de subir me dijo: “Tienes que subir la montaña, súbela y tendrás arriba tu recompensa”

Qué místicos se ponen estos japos jajaajaja sin duda subiría el monte.


Ya en la parada que el anciano me señaló me bajé y fui a sacar mi mapa, cuando una viejecita me dijo “Inari, inari” señalándome hacia una calle. O los años aquí dan el don de la clarividencia… o es que los gaijin solo van a esa parte de Kyoto para visitar Inari… si no, no me lo explico.

Finalmente llegué al santuario, lo primero que me llamó la atención es que, en lugar de los clásicos leones a ambos lados de las puertas, en este Jinja podía ver estatuas de Zorros (kitsune) que hacían las veces de guardianes. Al parecer el Kami que habita este santuario, Inari, se representa por la figura de un Zorro (a veces macho, a veces hembra, a veces andrógino) y es la deidad Shintoísta de la fertilidad, el arroz, la cosecha, la industria… creo que a todos –los otakus- nos viene a la cabeza nuestra entrañable Diosa Lobo, Horo. Los kitsune (zorros blancos) son los mensajeros de Inari y, como curiosidad, las típicas tablillas que se cuelgan en el santuario tienen forma de cabezas de zorros blancos; supongo que así es como llevan tus deseos hasta el kami.

El santuario en sí era precioso, todo pintado en un vivo color naranja. Presenté mis respetos en el altar mayor y me dispuse a visitar el recinto. Comencé a subir escaleras y los túneles Torii no se harían esperar, la sensación al pasar por este lugar es indescriptible; es algo tan extraño para nosotros y a la vez tan cercano… el eco de tus pasos por los escalones al rebotar en la madera… hacia delante ves un túnel naranja y negro pero en ningún momento te da sensación de enclaustramiento ya que, la separación entre puerta y puerta puede ser de unos 30 o 40 centímetros; pero el efecto óptico que produce al mirar al frente es de tubo, como se puede ver en la foto.

Seguí el camino convencional durante un par de tramos… pero, a causa de ese “defecto” que me caracteriza, no tardaría en salirme de él y meterme por un sendero de tierra que pasaba entre árboles. Resultó ser un bosque imponente de Bambú gigante, me había separado del resto de visitantes y ahora me encontraba solo en medio de aquella inmensa arboleda. Me senté un rato en el margen del camino y miré hacia arriba; podía ver las altas copas meciéndose con el viento y entrechocando, causando con eso un murmullo parecido al de las lejanas olas del mar y provocando una lluvia de hojas secas, del color del trigo. Fueron cinco -o quizá diez- minutos de verdadera catarsis en los que dejé de pensar en todo y, simplemente, me sumergí en aquel pequeño mar verde que se alzaba a veinte metros sobre mi cabeza.

Tranquilamente reanudé mi marcha y seguí caminando por el sendero. El sol de la tarde comenzaba a filtrarse por algunos claros y jugaba a las luces y sombras con los árboles, aumentando así el aspecto mágico de este lugar. Finalmente llegué a un camino asfaltado donde unas señales (en japonés con kanjis –no sé leerlos aun) apuntaban a diferentes sitios… pero una vez más me pudo mi “instinto aventurero” y me decidí por un caminito que me había dejado atrás… un pasillo de no más de medio metro trazado entre la maleza y los árboles que subía por el monte junto a unos cultivos vallados.

Ascendí durante más de 25 minutos por aquel sendero que se me hacía interminable, el escenario era precioso, un bosque de coníferas y helechos me rodeaba mientras el camino subía y subía, usando como escalones las raíces desnudas de los árboles terminé parando.

- No puedo más –me dije asfixiado y sudando. Miré la hora, eran ya las seis menos algo y no tardaría mucho en empezar a oscurecer- voy a tener que volver por donde he venido…

Realmente no sabía a dónde daba ese camino, tampoco sabía cuánto quedaba… sin embargo, aunque suene a cuento, recordé las palabras de aquel viejo… “you musto climbu da montain~”

Descansé un par de minutos y miré hacia arriba, llevaba subiendo casi media hora, no podía faltar mucho… hice acopio de fuerzas y seguí la marcha. Cuál fue mi sorpresa que apenas había andando unos metros cuando pude ver un par de puertas torii entre los árboles, a lo lejos.

¡¡JÁ!!

Forcé el ritmo y casi corriendo cuesta arriba llegué a las puertas, donde me desplomé exhausto. Allí pude ver unas escaleras por las que bajaban los rayos del sol que ya se comenzaba a poner, después de descansar unos minutos más las subí y llegue al altar más alto del santuario (según el plano que cogí luego) y allí pedí algún deseo.

Me refresqué en la fuente (había una máquina de bebidas, pero costaban 250yenes las latas de cocacola… como que no) y al beber del agua me dio la risa.

No pude evitar acordarme a cuando Goku sube la torre de la vida después de que Mutenroshi le diga que arriba está el agua que lo hará inmortal, cuando llega a lo alto se encuentra al puñetero gato (Karim) que guarda la calabaza contenedora… pero resulta que, dicho líquido, no era más que agua normal y que la verdadera recompensa y lo que le haría más fuerte, había sido el esfuerzo de llegar a la cima de la torre.

Vivir para creer.


Por fin comencé a bajar, ya por las escaleras del camino convencional, pasando por mas túneles de puertas y cruzándome con extranjeros que se debían desmoralizar al verme la cara descompuesta después del esfuerzo que había hecho… quizá pensaban que les quedaban varios kilómetros de escaleras jajaajajaja

Al poco de comenzar el descenso pude disfrutar de unas maravillosas vistas del atardecer sobre la ciudad de Kyoto desde un mirador en el monte. A nada que subas en la periferia, ves toda la ciudad, ya que apenas tiene edificios altos y es completamente llana. Sin duda un regalo para la vista… ¿formaría eso parte de la recompensa?

Por fin llegue abajo, era una lástima pues las tiendas habían cerrado y antes de subir pude ver unas máscaras de zorro bastante graciosas… pero bueno.



El paseo ya llegaba a su fin y me esperaba un buen baño de agua caliente en el ryokan.

7 comentarios:

  1. Me hace gracia que hayas llegado a mencionar a 4 dioses del haruhismo de forma tan secundaria XDDDD.

    Feliz cumpleaños otra vez xDDDDD.

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  2. Bueno, la mencion a Osaka está un poco cogido por pinzas eh? JAJAAJAJA

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  3. Naaaaaaaabo, llego unos cuantos días tarde XD jajajajaja

    Un abrazo mariquito, como mola cumplir años a lo japonés XD

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  4. Bueno, Osaka si, un poco con pinzas XD...

    Pero a Karin, Horo y Misato obviamente los has mencionado acordándote de ellos y todo XDDDD.

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  5. La recompensa seguramente sería un harén de japas liándola, pero a lo mejor no te fijaste :/
    O igual llegaste tarde y ya cerraron el chiringuito XDDDDD
    En cualquier caso el agua de la vida vale más que todo :D

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  6. Lo mismo el Haren estaba mas parriba... bosque a través jajajja

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