martes, 7 de diciembre de 2010

Vamos a ver ciervos... en Nara.

Salgo temprano de Kyoto, me doy un buen paseo desde Gion (Donde se encontraba mi Hostel ‘BakPak’) y me encamino, ya enmochilado, hasta la estación central de ferrocarril. Hay un buen paseo a pie y con el peso… pero quiero dedicarles unos últimos quince minutos a esta, casi desde que la pisé, mi ciudad favorita.

Me consta de que el viaje hasta la vecina Nara no es muy largo en tren, ni caro. Además ya le voy pillando el truco a esto de los transportes Japoneses y cada vez me desenvuelvo mejor a la hora de solicitar destinos y billetes. En fin, hora de dejar atrás Kyoto… me espera un “guest-house” cercano a mi llegada a Nara, a no más de cinco minutos a pié desde la estación, parece no tener pérdida.

Nara, a simple vista, se ve un lugar mucho más modesto y tranquilo, me dan un plano en la oficina de turismo de la estación y… prácticamente, la mayor superficie del “centro” de la ciudad la ocupa un gigantesco parque…

Ah sí… ahí es donde me dijo Amparo –la chica que conocí la última noche en Kyoto- que los ciervos campaban a sus anchas.

Finalmente llego a la casa y una mujer, de no más de de 30 y pocos años me recibe con una sonrisa y me ayuda a quitarme la mochila.

“Muy joven para ser la dueña…” pensé… quizá era otra huésped… como me ocurrió en Matsumoto con YeeMan… pero no; pronto me invitó a pasar, me sirvió un buen vaso de agua fría y me trajo el formulario de ingreso.

Lo rellené, pero era temprano, no más de las doce del medio día y hasta las cuatro no podría pasar.

Me preparé mi mochilita y dejé el mochilón allí en un lado de la entrada. Me daría una vuelta por la ciudad y vería ese fantástico parque, tenía cierto interés mezclado con curiosidad por ver esos ciervos.

Era buena hora para comer algo, a escasos 300 metros del hostel me metí en una tasquilla de barrio. En su escaparate pude ver que tenían distintas variedades de curry y otros platos típicos. He de suponer que allí no entra mucho “gaijin”, ya que todos se me quedaron mirando hasta que la camarera –mayor- se me acercó sonriente y me lanzó un amable “irashaii~” y me acompañó a una mesa.

-Karee [Curry] kudasai –le dije a la vez que me traía un vaso de agua fresca. Me explicó que podría tomar cuanta quisiera de la máquina que había en un rincón. Después me preguntó por el tipo de curry que quería… Ostras… simplemente le repetí uno, el que fui capaz de retener en su retahíla.

Al poco rato me trajo el plato con una montaña de arroz y el otro medio de curry con carne empanada y verduras, estaba riquísimo -Katsu karē (カツカレー)-.

Después me marché, tras darle las gracias y decirle el “obligatorio” Oishikatta, desplegando una gran sonrisa en la señora. Así me aseguro un mejor servicio, si cabe, la próxima vez jeje.

Como pensé al ver el plano, Nara es una ciudad modesta en edificaciones. Si aquello fue una de las cosas que tanto me gustó en Kyoto, aquí se repetía sin lugar a dudas. Paseé por su avenida principal, de ella podía ver como se ramificaban calles estrechas llenas de comercios, atestadas de gente de un lado a otro. Al parecer, se celebra el 1300 aniversario de Nara como capital de Japón y todo está lleno de carteles y fotos de su ‘mascota’… sí… no sé como catalogar esa aberración que tan mal rollito me da… un niño (aparentemente budista) con cuernos de ciervo (http://blogs.gamefilia.com/files/imce/u518330/100125_2_Sentokun.jpg ). Supongo que es lo que pensará mucha gente al llegar a DisneyLand y ver una rata de dos metros de alto con guantes.

Continué y, como decía, el parque de Nara está totalmente integrado en el casco urbano… cuando te quieres dar cuenta estás rodeado de grandes árboles y extensas praderas. Pero sin duda, una de las cosas que más me impactó al llegar allí fue el cartel de “Cuidado con los ciervos”. Para los que hayáis hablado conmigo desde entonces, os he contado –y mostrado- lo expresivos que son los carteles japoneses… pues bien, para muestra un botón:

No pude evitar soltar una carcajada mientras analizaba cada viñeta.

Me adentré entonces en ese gran espacio verde, los caminos asfaltados facilitan el acceso y puede verse una gran afluencia de gente. Es sábado, medio día y no hace un excesivo calor ni está lloviendo; ideal para dar un paseo. Después de unos minutos caminando por el parque, los encuentro… se arremolinan junto a los turistas como pirañas, al verme vienen un grupo y me olisquean con distancia prudencial, al ver que no les voy a dar nada… me dejan y se van para el siguiente grupo de turistas.

¡¡¡Ciervos… Ciervos everywhere!!!

Si amigos y amigas de Arunomonogatari, Amparo no mentía… decenas de ciervos, casi tantos como turistas campan a sus anchas por aquí, sin restricciones.

Después de divertirme un rato viendo a los ciervos perseguir a los turistas y sacar algunas fotos, me encaminé hacia el interior del gigantesco parque. Fue curioso, en Nara pude ver –y escuchar- a varios grupos de Españoles por aquí y por allá.

El calor, conforme se acercaban las dos de la tarde, iba en aumento. Por suerte, los frondosos árboles del parque hacían que el paseo fuera más agradable. El parque de Nara es un complejo natural que rodea muchísimos templos y santuarios, tanto budistas con sintoístas. Puedes encontrar puertas Torii, linternas (miles), pagodas y estatuas por todos sitios. Finalmente llego al Kasuga Taisha, un santuario Shinto construido allá por el s.VIII d.C.

Al igual que en el resto del parque, había muchísima gente aquí, el altar donde se realizan los ruegos era bastante grande y varias personas se iban sucediendo, una tras otras, para realizar sus plegarias.

En el interior del recinto del santuario se exponen una colección de farolillos de bronce, a la cual decidí no entrar para minimizar gastos… otra vez T_T

Seguí mi paseo por la zona, como siempre apartándome de los caminos hasta el punto que por un momento me “perdí” en medio del bosque. Es decir, sabía que estaba rodeado de caminos, me bastaba con andar recto hacia algún sitio… pero cuando te adentras en una gran arboleda y no posees nada con lo que referenciar tu posición, puedes agobiarte un poco. Después de diez minutos andando, saltando troncos caídos, haciendo caminos entre la maleza y comiendo telas de araña… llegué al camino, donde ya se agolpaban los turistas.

A todo esto solo eran las 15,00h… aun faltaba una hora para que pudiera hacer el checkIn, aunque tampoco tenía necesidad de ir al hotel aún, tenía ganas de seguir campeando así que me dirigí al norte del santuario, en la falda del monte Wakakusa. Allí pude encontrar una señal que ponía: Top of Wakakusayama 2.4km; bueno, no estaba mal… estaría de vuelta en una horita y algo y podría ver Nara desde lo alto. Allá que me encaminé, pero poco después, en el siguiente cartel… Wakakusayama 2.0km, Uguisu no taki 4.0km. Taki es cascada, catarata… creo que eso me llamaba más la atención que el monte, así que empezaría a seguir las indicaciones hacia la cascada.

Por el camino me encontré con un matrimonio japonés, de unos 60 y largos años. Los saludé, ambos hablaban algo de inglés y me comentaron acerca de lo espectacular del paisaje y del calor que ya empezaba a hacer, sobretodo cuando vas cuesta arriba por un camino forestal.

A mi ritmo a pie los perdía, pero me reencontraban en los descansos, compartiendo algunas sonrisas y suspiros de cansancio. Andar por el bosque con este calor y la humedad se hace más duro de lo normal. Finalmente, nuestros caminos se separaron a 600m de la cima del monte, yo continué rodeándolo para llegar a la cascada.

Aun me quedaría un buen rato y, dos o tres “escurrimientos” de camiseta para eliminar el sudor que me empapaba jajaja conseguí llegar a aquel espectacular lugar. El salto de agua no era muy grande, tampoco tenía mucho caudal… pero era precioso. Me pude sentar en la orilla de la hoya que se hacía al caer, para luego seguir descendiendo en forma de riachuelo; el agua se me había acabado, así que usé mi camiseta para remojarla en la fresca corriente y beber algo… rezando porque no me diera una mala noche.

Ya descansado, me encaminé de vuelta a la ciudad. Me parece increíble poder encontrar lugares como estos a tan solo una hora de camino desde el casco urbano y, sobretodo, que este tan cuidado y conservado. Aquí no encuentras una litrona o una bolsa con basuras, o un rodal de escombros con el clásico “váter partido” tan español.

Ah sí, casi se me olvida… realizando una de mis fotos, clavando la rodilla en la tierra humedad… sentí un pinchazo a la altura de la espinilla, cerca del calcetín. Debí haberme clavado una ramita o algo. Continué andando y volví a parar para otra foto… *AUCH* otro pinchazo, esto es más raro… Miré abajo y me vi la pierna con un gran restregón de sangre. Ostras!! Me agaché a mirar y ahí estaba, una sanguijuela pasándolo pipa; aproveché que estaba buscando un nuevo lugar para morder enredada en mis pelillos… será cabrona… la tiré al suelo, le hice una foto y la aplasté. Será…

Eran ya las cinco de la tarde, el sol comenzaba su descenso y, en el bosque, daba inicio un nuevo espectáculo. Todos recordáis la “orugrita” ¿no?, aquella cigarra que decía eso de “ooooooyeeeee… oooooyeeeee…” pues bien, que ocurre cuando juntas a miles… a millones de ellas y las pones a cantar a la vez. Pues sí, de repente a lo lejos comenzó y como una ola se acercaba haciéndose más y más intenso. Cuando llegó a mi posición era ensordecedor y, tal y como vino… se fue alejándose poco a poco para, una vez más, hacer reinar el silencio.

Subir el volumen para ver el video...

Bien… hasta aquí este capítulo, mi llegada al hostel y mi primera noche en Nara lo dejo para el siguiente. Hoy no ha habido chicas guapas, pero las habrá jajajaja que en esta ciudad me ocurrieron algunas cosas... "curiosas" como ya algunos sabreis jajajajaja

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